martes, 30 de abril de 2013

Hey, ¿cómo estás?


Hey, ¿cómo estás?
Ha pasado mucho tiempo, han entrado muchas personas en mi vida. Muchos recuerdos y muchas personas han estado entrando y saliendo de mi memoria, y como tú, alguna que otra persona salió de mi vida.
Sin saber cómo ni por qué, has venido hoy tú a mi mente. Tal vez sea que te echo de menos, que echo de menos la forma en que me tratabas, o simplemente que mis sentimientos son los mismos que cuando tú estabas en mi vida. Me siento tan sola y herida como entonces. Mas, antes cariño, antes te tenía a ti. Antes tenía tu amor, antes sabía que había alguien tan loco de amor por mí, como yo de él, antes, sabía que había alguien que me amaba y necesitaba.
Aunque haya pasado ya tanto tiempo, tantas personas, tantos nuevos recuerdos, y echo de menos la forma en la que me hacías sentir con tu amor, con tu interés por mí.
Y puede que un día salgas de mi mente para siempre, pero con tantas ganas deseo que alguien me dé y demuestre el amor que tú, tantas ganas de ser necesitada, de ser amada y apreciada…
Hasta la próxima vez que te piense, que te escriba, o que escriba sobre ti. 

domingo, 21 de abril de 2013

De Minnesota a Nueva York.

-Chicos, he de marcharme ya, pronto serán las ocho y he de llamar a Delilah.

-¿No te cansas de no verla y de tener que llamarla cada día?- dijo John burlándose.

-Nunca me cansaré de hacerlo.-dije enfurruñado- Pero... ¿sabes qué? Yo sé que vale la pena. Estamos enamorados.

-Estás jodidamente acapullado- dijo Danny.

Les guiñé un ojo, me levanté de la mesa, y me dirigí a la puerta.

-Perdón, señorita. Pagan ellos por mi.-dije a la chica del bar mientras salía riendo.




Cogí el teléfono, marqué su número y sonriendo con un estúpido me tumbé boca arriba en la cama.

-¿Tom?- preguntó ella con ilusión, como cada noche hacía.

-Hey, Delilah. -dije con voz de idiota.- Ya echaba en falta tu voz. ¿Cómo va todo por Nueva York?

-Todo bien. Hace buen tiempo, hice dos exámenes que me salieron bastante bien... pero me falta mi chico.

-Oh, ¿y cómo es ese chico tuyo?

-Es... mío. Y es perfecto para mí. -dijo con risa nerviosa- Pero está en Minnesota, a mil millas de distancia de mí...

-No sé quién es ese chico, pero si él no muere por ti, si él no está como loco y muy muy enamorado... Siento decirte que ese hombre es estúpido.

-Te amo, ¿sabes? 

-Lo sé.

-Oh, me he comprado un vestido nuevo. Mañana es el aniversario de mis tíos, y me lo probé. ¿Quieres que te envíe la foto?

-¡Claro!


Abrí el correo, y ahí estaba ella... Cómo la echaba de menos. Esa sonrisa suya... ese pelo oscuro y largo... Esa mirada tan brillante...

-Estás preciosa- susurré - Ni el Time Square brilla tanto como tú. 

-No seas estúpido- dijo riendo.

-Te juro que es verdad... Me quedé embobado- dije con una risa de vergüenza.

-Echo muy en falta tus besos, tus caricias y tenerte aquí conmigo... se hace muy difícil.

-¿Difícil estar conmigo estando lejos, dices?

-Sí... -suspiró.

-Hey, Delilah, no te preocupes por la distancia, sabes que siempre me tendrás ahí. Sabes, que si alguna vez te sientes sola puedes llamarme a cualquier hora y me tendrás hablándote y cantándote sólo para ti.

-Lo sé, Tom, pero...

-Estoy a tu lado, estaré a tu lado. Juntos lucharemos. ¿No irás a dejarme después de lo que me has hecho, no?

-¿Qué te he hecho?

-¡Maldita sea! ¡Tenerme tan enamorado, y ahora con el estómago lleno de mariposas que se están convirtiendo en leones!

Se puso a reír. Su sonrisa me llenaba de vida.

-Sé que no es fácil, pero créeme, estoy esforzándome por pagar el viaje y pronto estaré contigo en Nueva York.

-¿Crees que cantando conseguirás el dinero?

-Si lo hago con el corazón sí.

-¿Te imaginas una vida juntos? ¿La quieres? -me preguntó.

-¿Lo dudas? ¡Cada noche lo hago! ¡Cada día, cada hora...! Me tienes atontado. Estoy seguro, además, de que lo que sueño ocurrirá.

-Confío en tu palabra, cariño.

-¡Así me gusta! -dije riendo- Tengo tantas cosas que decirte, tantas canciones que te he escrito... 

-Siempre me dejan sin aliento y sin palabras.

-Por razones así escribiría canciones para ti a todas horas, y que así te enamoraras más de mí. Te amo demasiado, demasiado, demasiado, demasiado.

-¿Tanto me amas?

-Mil millas parecen demasiado, pero yo las recorrería por ti andando.

-Nunca nadie podría entender nuestro amor... y eso es lo que nos hace tan especiales. 

-Delilah, te prometo que con el tiempo acabaremos juntos.

-Mi mundo... el mundo en si cambiaría.

-Y todo por tu culpa. - solté entre risas nerviosas.

-Amo tu voz.

-Eso suena a un "te echo de menos, pero por lo menos puedo oír tu voz", y yo te contesto: no me eches de menos, dos años más y todo habrá acabado. Y cuando pueda pagar el viaje, y no tengas más exámenes, sabes que iré a verte. Sabes que esta lucha y este esfuerzo es por ti y que no me voy a rendir. Por ti haría cualquier cosa.

-Me gustaría casarme contigo.

-Y tendremos hijos, y venderemos mi casa y compraremos otra más grande... Haremos lo que queramos, amor.


Después de dos horas hablando, ella se fue a cenar. Yo alargué el brazo y  dejé el teléfono en la mesilla de noche, me giré y miré el lado izquierdo, donde ella solía dormir. Cerré los ojos con fuerza, agarré la almohada y me quedé dormido pensando en ella... en como sería cuando volviéramos a estar juntos.




[ Relato basado en la canción Hey There Delilah de Plain White T's. ]

domingo, 7 de abril de 2013

Papá.

Mamá me dijo que papá siempre iba a estar conmigo, que me quería y que él nunca quiso marcharse, que tuvo que hacerlo.

Él siempre me hablaba de las estrellas, de planetas y de lo mucho que le gustaba viajar en avión y mirar el cielo imaginando que había más allá. Él deseaba conocer el universo, deseaba ver todos los planetas. Me dijo que desde pequeño siempre había querido ser astronauta, que él era el único que nunca cambió su sueño. Me contó que los mayores decían que siempre estaba en las estrellas, y que no estaban nada equivocados. Mi papá me contaba muchas cosas que eran muy interesantes. Era genial.

Echo de menos a papá. Mamá dice que él también nos echa de menos, pero que él está bien. Dice que era un hombre fuerte y luchador. Yo sé que ella también. Ellos se querían mucho, y sé que mamá ama a papá y nunca dejará de hacerlo.

Por las noches, a veces podía escuchar a mamá llorar en su habitación. Sentía mucha pena y eso me hacía llorar a mi también. Supongo que echaba de menos a papá.

A papá le dijeron que estaba enfermo hace un tiempo, y eso hizo entristecer mucho a mamá y a la familia. Papá era muy buen hombre y todos le querían.

El pelo empezó a caerle después de que le dijeran que estaba enfermo, mamá me dijo que le volvería a crecer. Y tenía razón, pero luego se le volvió a caer. Íbamos mucho al hospital, los doctores me conocían, y yo me hice amigo de una señora mayor que siempre me daba caramelos cuando me veía. Antes de que papá se fuera, la señora mayor ya no estaba en el hospital, dejó de ir y nunca la volví a ver. Mamá me contó que se había recuperado, y que estaba con su familia. Cuando me lo dijo, su mirada parecía extraña, pero no le di importancia alguna, yo estaba feliz de que la señora estuviera bien.

Un día, mi abuelita fue a recogerme al colegio antes de la hora de salida. Me dijo llorando y muy triste que papá se había ido a las estrellas, que había volado al cielo y estaría haciendo de las suyas viendo los planetas. Y, que me quería muchísimo. Yo me eché a llorar, sabía que eso era algo malo, y entonces sentí algo muy malo por dentro. Como si todo cambiara de sitio y luego me dejara vacío. La abuelita me abrazó, y me dijo que papá estaría con el abuelito, que los dos estarían bien y cuidando el uno del otro.

Una noche que mamá salió a comprar, yo me puse a escribir a papá una carta. La abuelita me había contado que podía enviarle cartas de una manera secreta que sólo podíamos saber ella, mamá, y yo. La abuelita escribía cartas así al abuelo, que un día me enseñó. Me dijo que no le enviara nunca ninguna sin la presencia de alguien mayor, que era peligroso.

Escribí una carta, y luego hice una copia para guardarla en la cajita de cartas para papá. Cogí un mechero y la carta que quería enviarle, abrí la ventana y me asomé.

Cerré los ojos y pensé, con la esperanza de que él me escuchase:

Feliz cumpleaños papá... te extrañamos mucho. Espero que tú y el abuelito seáis felices y que estéis celebrando tu cumpleaños. Te quiero.

Intenté encender el mechero, pero no podía. Me puse a llorar, estaba enfadado porque no podía encenderlo.

Mamá abrió la puerta y me vio llorando. Pensé que se iba a enfadar, pero puso cara de preocupada, me apartó.

-Mamá, quiero enviarle la carta a papá, es su cumpleaños, y tú te has olvidado.-dije entre llantos.

Me abrazó, y se puso a llorar también.

-Ven, cariño, mira lo que he comprado.

Había comprado una tarta, y velas. 

-¿Son para papá?-dije secándome las lágrimas.

-Sí, cariño... no me he olvidado. -Me sentó en la silla de la mesa del comedor, y preparó la tarta.- Cuando acabemos, la enviaremos juntos.

Mientras ambos comíamos, mamá leyó la carta y se puso a llorar. Estaba llorando pero sonreía y me miraba con dulzura.

-¿Te gustó, mamá?

-Mucho, hijo, mucho. Seguro que a papá le gustará todavía más.

Cuando acabamos, guardamos la tarta y nos pusimos en la ventana. El cielo estaba muy oscuro, y no sabía si papá nos vería.

-Mamá, ¿crees que papá nos verá? El cielo está muy oscuro.

-Papá siempre nos verá, esté como esté el cielo. Él nos verá estemos donde estemos.

Sonreí. Cogí la carta, y mamá encendió el mechero. Quemé la punta de la carta que estaba doblada, y la solté.

Mamá me abrazó, y ambos nos quedamos mirando el cielo. Mamá seguía con lágrimas en la cara, pero estaba sonriendo. La abracé con muchas fuerzas, porque sabía que se sentía un poquito más sola por la ausencia de papá. Yo estaba feliz de verla sonreír.